Bienvenido calor. Hace sólo unos minutos el cantante ha ingresado a su camerino. El ensayo con más de 60 músicos en escena terminó, su polera tiene algo de sudor y el británico, de 59 años, sufre del mismo síndrome que varios de sus maduros colegas rockeros: el síndrome Benjamin Button. A mayor edad, más look juvenil. Pero pese a su dominante actitud adolescente, hay que sumar un factor no menor: un respetable aire de tranquilidad. ¿Paz interior producto de sus muchas horas de yoga y de buscar el estado zen o simplemente las buenas maneras del inglés en Sydney?
Lo más probable, todas las anteriores. "Llevo trabajando con el hombre todo este tour y jamás, jamás lo he visto enojado", decía momentos antes Julie, la productora tatuada. El reflejo y prueba más evidente del innegable aire sereno que emana Sting es la pulcra y musicalmente balanceada puesta en escena de su cancionero en clave sinfónica. Una idea que le ha reportado shows a tablero vuelto en ciudades de prácticamente todo el mundo.el tiempo
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